sábado, abril 20, 2024
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Cristeros y sinarquistas de hoy, unidos contra el progresismo globalista

Hoy en día muchos en las derechas quieren ser “cristeros”, pero para serlo es necesario estar dispuesto a todo en defensa de la fe. “Cristeros” que sólo existen en grupos de “WhatsApp” no sirven a la causa, ni tampoco los que no dejan de ver Tiktok o Netflix, ni los que dan conferencias pero jamás han ido a una marcha o manifestación, o quienes se creen “rockstars” del conservadurismo y sólo luchan por dinero y fama. Toda esa gente será dejada atrás.

En nuestra contrarrevolución cultural frente al marxismo posmoderno, defendemos la fe, la vida desde el nacimiento hasta la muerte natural, la familia, la propiedad privada, la patria, las libertades y los derechos universales.

Quienes nos reconocemos como auténticos cristeros del presente siglo, nos enfrentamos a la cultura de la muerte, y de la cancelación, a la censura, al criterio progre de las redes sociales, que todos los días esconde nuestros contenidos, nos tiran nuestros canales, como a leyes injustas, al aborto, al anticristianismo, a la revolución woke y a los no pocos gobiernos socialistas blandos de Hispanoamérica.

Ser cristero es ser un soldado de Dios. A diferencia de los cristeros de hace ya casi 100 años, el perfil de los actuales no es el de un campesino católico y armado, sino, en general, el de gente clasemediera, universitaria, católica, entre cuyas habilidades destacan, más que el manejo de un fusil, ser autores de libros, dar conferencias, hacer análisis geopolítico, participar en programas (lives) contra los supremacismos progresistas, y asistir a marchas provida y pro familia.

Nadie puede descartarte como cristero: uno se hace a sí mismo cristero en cuanto se ve en el espejo y encuentra un soldado de Cristo Rey, un guerrero lleno de fe, confiado en Dios, que ofrece su trabajo a su Gloria. No hay institución alguna que pueda darte tal nombramiento o quitártelo, pero la calidad de tu trabajo y tu perseverancia y lealtad harán la diferencia al final del día.

Ser cristero es una postura religiosa en la lucha contra el mal, el comunismo y el progresismo, contra toda tiranía anticristiana. Sin embargo, al mismo tiempo se muestra como una imperiosa necesidad, contar con un marco conceptual para “construir” país, para edificar una sociedad.

Es decir, el cristero se dedica a la guerra, hoy a la contrarrevolución cultural, y nuestro lema en el Ejército Cristero Internacional (ECI) es: “Oración y acción”. Tenemos afiliados en todo el continente americano y en España, le pese a quien le pese. No se necesita, como hace un siglo, ser mexicano: los ataques contra la libertad religiosa son hemisféricos; las respuestas son hemisféricas también.

Y es aquí donde entra en escena el sinarquismo, un gran marco teórico social y político, y ejemplo de estructuración del tejido ciudadano en torno a valores cristianos: los cristeros estamos en la guerra; el sinarquismo aporta organización social y económica.

La unidad de cristeros y sinarquistas del presente es una prioridad para la contrarrevolución cultural, que no puede dejar de lado, además de la guerra de cada día, el reemplazo de esquemas políticos inhumanos, explotadores, cosificantes, y políticas públicas abusivas y totalitarias.

Mientras los cristeros se especializan en dar la batalla, los sinarquistas se ocupan de tender la mano a los campesinos, a los obreros, y de generar células de familias, sindicatos y agremiaciones, regidos todos por ideales cristianos, rechazando al mismo tiempo el estatismo socialista, como los excesos del liberalismo a ultranza.

En este sentido, el sinarquismo posible, el de hoy en día, por supuesto no es de izquierda sino opuesto a ésta, y rechaza un Estado totalitario e invasivo, pero tampoco es de la “vieja derecha”: encaja perfectamente en nuestra construcción de una “nueva derecha”, la que no se hinca ante el mercado, la que es anti establisment, anti Big Money, anti Big Tech.

En estricto sentido, el sinarquismo es conservador y apegado a la Doctrina Social de la Iglesia en tanto que no aboga por ninguna destrucción del Estado, como postularían los anarco-capitalistas, ni impulsa un Estado mínimo, como los minarquistas o los libertarios.

Propone más bien, un Estado con responsabilidad social, y una organización económica a partir de familias haciendo sinergia y que posean sus propios medios de producción y bancos de desarrollo.

En un documento básico, escrito por sus fundadores, llamado: “16 puntos básicos del Sinarquismo”, se escribe:

“Afirmamos el derecho de propiedad privada y exigimos la creación de condiciones sociales que hagan posible a todos los que trabajan el fácil acceso a la misma. Frente al grito comunista: «Todos Proletarios», oponemos el nuestro: «Todos Propietarios».

Un punto excelente, genial. Por supuesto, los sinarquistas no se oponen a la propiedad privada, sino al desequilibrio de que sólo unos cuantos concentren miles de propiedades, cuando millones de personas no tienen ni dónde dormir. Su “todos propietarios” es la respuesta al sujeto revolucionario marxista, el proletario que debería unirse para hacer una revolución sangrienta que llevara a la dictadura comunista.

En ese mismo escrito del sinarquismo, redactado por dos de los fundadores de la Unión Nacional Sinarquista (UNS, en 1937, en León, Guanajuato), los hermanos Trueba Olivares, se dice:

“Nos rebelamos contra la injusticia de un Estado social en que una multitud de hombres vive en pocilgas y unos pocos habitan palacios. Consideramos que el mal no es la propiedad, sino que éste radica en que unos pocos la tengan y de ella abusen, mientras la mayoría carece de lo indispensable para conservar la vida”.

Y tienen razón.

Y si los cristeros actuales nos especializamos en la guerra cultural, el sinarquismo es el marco ideal para que sea retomado en Hispanoamérica como modelo de organización que edifique fuertes bases sociales con pilares cristianos.

Cristeros y sinarquistas debemos caminar unidos, aportando a Occidente las estrategias de lucha tanto como de reestructuración socio-económica, en oposición al progre-globalismo, y con éste la destrucción de la familia, la patria, y la religión.

Raul Tortolero

Fuente: PanAm Post

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