El 36,5 % de los argentinos son pobres y el 8,8 % indigentes. Casi 17 millones y medio de personas no pueden cumplir sus necesidades básicas, lo que significa que más de la mitad de los niños no tienen garantizada la alimentación correspondiente a la primera infancia. Todo en un país que tiene un potencial para ser una de las principales potencias del mundo, gracias a las posibilidades de su sector productivo. Sin embargo, como dice el diputado José Luis Espert, va rumbo a ser “la villa miseria más grande del mundo”. Tiene razón. Cuando uno escucha las propuestas de la principal dirigente del oficialismo, comprende que la gravísima situación puede ser todavía aún peor. Cristina Fernández de Kirchner, ante las graves cifras, quiere más regulación estatal en los precios de los alimentos.
Con las alarmantes cifras confirmadas hoy por el oficial Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), los micrófonos y las cámaras fueron sobre la vicepresidente que reconoció el problema, pero planteó una solución absolutamente contraproducente. De ir en la dirección que quiere CFK, en lugar de desaparecer la pobreza, terminarán de desaparecer los productos de las góndolas de los supermercados. Para Kirchner, los datos que se confirmaron esta tarde “evidencian el impacto del fuerte aumento en los precios de los alimentos”.
“Está más que claro que estamos ante un fenómeno de inflación por oferta y no por demanda. Las empresas alimentarias han aumentado muy fuerte sus márgenes de rentabilidad. El Ministerio de Economía ha trabajado duro en todas las áreas de su competencia, pero es necesaria una política de intervención más precisa y efectiva en el sector y, al mismo tiempo, diseñar un instrumento que refuerce la seguridad alimentaria en materia de indigencia”, señaló Fernández de Kirchner.
Es claro que en la franja de más urgencia (el preocupante 8,8% de indigencia) se requieren políticas públicas tan rápidas como efectivas. Pero si CFK pretende solucionar el problema de la pobreza regulando los precios de los alimentos y «controlando la rentabilidad» de las empresas del sector, el fracaso está asegurado. No es casual que la provincia que peor resultados evidenció fue el feudo peronista del Chaco, en el norte del país. Allí la pobreza es nada más y nada menos que del 49,9 %. En el conurbano bonaerense, otro bastión kirchnerista por excelencia, el número fue del 42 %. Al ver estos resultados, el sentido común parece indicar que, en lugar de interesarse por modificar la realidad desde lo estructural, el peronismo parece dedicado al fortalecimiento y mantenimiento del aparato clientelar. A pesar de ello, todas las encuestas indican que el Frente de Todos tiene cada vez menos posibilidades de reelegir el año próximo.