Entré como asesor, por lo que, lógicamente, era personal de “planta transitoria”. Es decir, era empleado público hasta que se termine el mandato de la legisladora para quien yo trabajaba. Con las elecciones y el consecuente recambio de diputados los referentes sindicales empezaron a golpear las puertas de los despachos ofreciendo la posibilidad de un plan tentador: la deseada “planta permanente”. Supongo que algo parecido debe suceder en el Senado y en las legislaturas provinciales.