jueves, marzo 28, 2024
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OPINIÓN- Eugenio Trujillo Villegas: El Ocaso de la democracia

Los recientes acontecimientos de los EEUU, sin duda alguna están entre los más trascendentes de las últimas décadas. Y no me refiero a las acusaciones de fraude en las pasadas elecciones presidenciales, ni a los graves conflictos que esta cuestión va a generar durante los próximos cuatro años de gobierno.
Es mucho más importante lo que está pasando con respecto a la pérdida de la libertad de expresión, a la imposición o al rechazo de algunas ideas políticas y a la prohibición totalitaria de determinadas formas de pensamiento. Por primera vez se manifiesta públicamente un poder oculto y misterioso, que ahora es el dueño de las comunicaciones globales, que nos quiere imponer en forma autoritaria lo que podemos o no podemos expresar públicamente.
Se trata de las llamadas redes sociales, que se han proclamado como “la voz de los que no tienen voz”, en abierta rebelión contra los grandes medios de comunicación. La TV, los periódicos y las grandes emisoras de radio, en todo el mundo se convirtieron en instrumentos para la divulgación de falsedades sin nombre, o se han puesto al servicio de las peores causas políticas por dinero. Pues bien, en los últimos años esas redes sociales se levantaron contra los grandes medios y los desbancaron del poder absoluto que ejercían, pues a través de ellas cualquiera puede divulgar sus propios análisis y noticias, mostrando al mundo realidades que eran silenciadas o distorsionadas por el monopolio de los grandes medios.
Las redes sociales y su gran influencia mundial
El poder y la influencia que han ido alcanzando las redes sociales las ha convertido en un verdadero gigante de la información, incluyendo a los servidores de internet que les permiten funcionar, de tal forma que pasaron a influenciar la vida cotidiana de miles de millones de personas en todo el mundo. En consecuencia, sus propietarios ingresaron al selecto y reducido grupo de las personas más poderosas, influyentes y ricas del planeta.
Como era de esperarse, en algún momento ese poder tenía que manifestarse. ¿Pues, para qué el poder, sino es para mandar? Y entonces, en medio del actual conflicto norteamericano, el presidente de los EEUU, considerado el hombre más poderoso del planeta, fue puesto de rodillas por estos misteriosos personajes. Ahora son ellos los que deciden lo que la gente debe pensar, son ellos los que imponen las ideas que se deben divulgar, censurando implacablemente a los que se atreven a contradecirlos. Así, fueron cerradas las cuentas personales de Twitter, Snapchat y Facebook del presidente Trump, al igual que su canal de YouTube, y todas las demás comunicaciones del presidente de los EEUU. Y también la cuentas oficiales de la presidencia de los EEUU.
Estos hechos deberían ser una gravísima voz de alerta.
Si esto han hecho con el presidente Trump, entonces, ¿qué es lo que podrán hacer con cualquiera de nosotros? Se ha creado un Moloch que manipula, dirige y establece a su antojo las reglas de funcionamiento de esos medios, y ahora ese monstruo nos impone lo que podemos comunicar a través de ellos. Si no acatamos sus directrices, e insistimos en pensar en forma independiente, entonces nos hace desaparecer sin derecho a ninguna réplica. Y, lo que es aún más grave, ese Moloch lanza rayos y centellas contra sus críticos, al desatar contra ellos todas las persecuciones del poder político y judicial, sus más recientes y peligrosos aliados.
Este es el camino oscuro, lleno de perplejidades y aprensiones, hacia donde nos conduce este enigmático siglo XXI. Paradójicamente, a esto se le suman las consecuencias de la pandemia china del coronavirus que ha tomado cuenta del mundo, pues ante el terror del contagio, de la enfermedad y de la muerte, el mundo va renunciando paulatinamente a sus libertades más preciadas.
Se acabaron los viajes, las fiestas, los restaurantes y los bares. Todos los deportes se quedaron sin público, al igual que los grandes conciertos y las manifestaciones de cultura. Nos imponen quedarnos en casa y hasta nos prohíben ver a la familia y a los amigos. Las empresas se acaban, los empleos se reducen, la gente común pasa necesidades extremas, y el poder de los gobernantes es cada vez más arbitrario y dictatorial. Al final, esa libertad indómita, que era la esencia del mundo actual, es doblegada y todos terminan obedeciendo y acatando las medidas impuestas.
El nombre que le demos a esta gigantesca transformación psicológica y psico-política poco importa. Podrán llamarlo Nuevo Orden Mundial, Gran Reseteo, Reingeniería Social, Estado Profundo, o de cualquier otra forma, pero lo que es evidente es que el mundo tal como lo conocimos las generaciones adultas, con seguridad nunca volverá a ser el mismo. Y también con absoluta certeza, considerando la invasión producida por esos poderes ocultos que ahora aparecen con mayor fuerza y determinación, la sociedad avanza vertiginosamente hacia la pérdida de las libertades.
La pandemia y los dueños de las redes sociales amenazan la libertad
Cuando escribimos un mensaje en las redes, ese poder oculto nos lee; si hablamos por teléfono, nos escucha; cuando salimos a la calle, nos filma; si viajamos, sabe perfectamente a dónde vamos; si vemos TV, nos monitorea para saber nuestras preferencias; si nos conectamos a internet, sabe qué tipo de cosas nos interesan. Aunque esto no es nada nuevo, pues existe desde hace algunos años, la gran novedad es que ahora se comienza a perseguir a los que no comulgan con el nuevo sistema que se le quiere imponer al mundo.
La consecuencia de lo que estamos viviendo es que si el mundo va a funcionar así, ¿entonces para qué sirve la democracia? Este sistema de gobierno ya está siendo carcomido por el más absoluto desprestigio, por causa de los niveles de corrupción a los que han llegado sus más encumbrados y reconocidos representantes. Ellos, las élites decadentes de la clase política, son las personas más despreciadas en casi todos los países y es cada vez menor su credibilidad. Sin duda, lo que pareciera ser una de las más grandes transformaciones de nuestra época, es el ocaso de la democracia. Y con ello surgirá una nueva y sofisticada forma de totalitarismo, que tendrá a la tecnología y al control de las redes sociales como herramienta principal de sometimiento.

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