viernes, abril 19, 2024
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OPINIÓN- Ignacio De León: La Unidad como chantaje

Una de mis películas favoritas es «Goodfellas» (titulada: Uno de los nuestros en España y Buenos muchachos en Hispanoamérica), drama criminal semi-ficción de 1990 dirigida por Martin Scorsese. En ella, se narra la vida criminal de Henri Hill (Ray Liotta) desde su niñez. Este, junto con Jimmy «The Gent» Conway (Robert De Niro), Tommy DeVito (Joe Pesci) y Paul «Paulie» Cicero (Paul Scorvino) protagonizan la dinámica de una banda criminal de New York.

En una escena central, se describe la esencia detrás del vinculo criminal. Sucede cuando la policía arresta a Henry, muchacho aun, por vender cigarrillos de contrabando, siguiendo instrucciones de sus amigos gangsters. Entonces lo llevan a juicio pero no delata sus amigos, pese a sus temores. Saliendo del juzgado, se le acerca Jimmy, quien le dice con afecto paternal: «No estoy molesto contigo, estoy orgulloso de ti. Aguantaste tu primer palo como un hombre y aprendiste dos cosas importantes en tu vida. Nunca delates a tus amigos y mantén siempre tu boca cerrada

Este pequeño desenlace me hace pensar en la razón por la cual un mara arrepentido de pertenecer a la salvatrucha centroamericana es cortado en pedacitos al instante que se convierte en delator de sus ex-amigos. O por qué en los Estados Unidos existe un programa de testigos protegidos, por el cual el propio Gobierno lo hace desaparecer y le da una nueva identidad, luego de cumplir con el trámite judicial de testificar contra la Mafia.

El silencio es también propia de instituciones secretas, donde los juramentos debían verse acompañados de expresiones de complicidad, duramente reprimidas en caso de violarse los códigos, como se indica en este articulo (1906) del Profesor Georg Simmel, publicado en el American Journal of Sociology sobre la sociología de estas instituciones secretas. Entre otras cosas que aborda este articulo, Simmel asimila la pertenencia a un código de silencio a la naturaleza selectiva y excluyente de la institución a la que se pertenece. Esto es aplicable a organizaciones criminales, donde las reglas de conducta incluyen el tatuarse el cuerpo, como los Yakuzas japoneses o los maras salvadoreños, para denotar la adhesión a códigos confidenciales. Por lo mismo, también aplica a países enteros, donde la criminalidad es la regla de comportamiento ordinario, como sucede con Venezuela.

Por eso no es de sorprender que nuestros politicos se comporten como criminales, exigiendo comportamientos solidarios dirigidos a preservar la unidad del sindicato mafioso, como es la adhesión al grupo, lo que implica callar públicamente cualquier critica al comportamiento de ese grupo. La similitud es más que evidente.

Examinemos una pequeña muestra en el caso de la oposición venezolana. El pasado 30 de abril de 2019 quedó claramente establecido que hay un sector de la oposición, representado por la mayoría de la Asamblea Nacional y liderado por Juan Guaidó/Leopoldo Lopez (o debo decir, Leopoldo Lopez/Juan Guaidó?) que acepta una fórmula de transición con el general Padrino Lopez quien, según cosas de la DEA, tiene más toneladas de cocaina colocadas en los Estados Unidos que condecoraciones en la pechera. Este acuerdo, secreto para todos, no fue debelado sino por el reciente libro del ingenuo John Bolton, The Room Where it Happened (2020) donde el ex asesor de Trump describió con lujo de detalles la componenda que esta camarilla presentó al gobierno norteamericano -y que este compró, en manifestación evidente del poco seso que puede haber tenido Bolton, responsable por la recomendación.

Esta camarilla política es la misma que ahora critica a Maria Corina Machado, por haber claramente dicho que la Unidad no puede ser un chantaje moral, y que la misma debe obedecer a un propósito claro y contundente: Sacar del poder la mafia que gobierna, en lugar de entenderse con ella o parte de ella, para perpetuarla en el Poder, que es como ha sucedido hasta ahora durante los últimos 20 años, toda una generación.

No puede ser la Unidad de los Buenos Muchachos.

Fuente: Republico de León

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